En lo alto de una comunidad olvidada por todos, vive Dominga. Una abuelita que, a pesar de tener los brazos cansados por la vida, todavía sostiene a toda una familia. Su hija, con la cadera fracturada, no puede levantarse. La operación cuesta más de 20 mil soles. Es un número imposible para alguien que apenas sobrevive día a día.
Junto a ella, tres pequeños caminan descalzos en el frío de la sierra. Uno de ellos ya no puede ver. Perdió la vista demasiado pronto, como si la vida hubiera decidido apagarle la luz sin previo aviso. El otro apenas habla. El tercero abraza a Dominga fuerte, como si presintiera que su abuela es todo lo que le queda.
No tienen agua potable. No hay electricidad. No hay señal de celular. No hay Estado. No hay sistema de salud. Solo hay necesidad… y silencio.

Cuando llegamos a ella, Dominga no pidió nada. Solo nos ofreció una manta vieja para sentarnos. Con vergüenza, nos dijo que esa noche no tenían nada que comer. Y aún así, sonrió. Como lo hacen los que ya han perdido tanto, que solo les queda el amor.
Esta historia no es única, pero sí urgente. Como Dominga, hay cientos de abuelitas olvidadas en los rincones más alejados del Perú. Mujeres que fueron madres, trabajadoras, luchadoras… y que hoy viven en el abandono más absoluto.
Aquí, tu ayuda puede marcar una diferencia real. No hablamos de promesas vacías. Hablamos de comida caliente, medicinas, frazadas, operaciones, y oportunidades. Hablamos de darle a Dominga y a su familia algo que hace mucho dejaron de tener: esperanza.
Tu donación, por pequeña que sea, se transforma en vida. En dignidad. En la posibilidad de que esta historia tenga un giro, uno donde tú eres parte del cambio.
Hoy puedes hacer algo.
Hazlo por Dominga.
Hazlo por los que ya nadie ve.